Existe un cuento que siempre me ha llamado la atención y al que me he remitido muchas veces para explicarles a otras personas lo que es querer abarcar mucho... el hacerse castillos en el aire, el soñar más de la cuenta...
Hoy he vuelto a leerlo, y la verdad que... si a la lechera no se le hubiera caido el cuenco... ella misma hubiera conseguido todo lo que se proponía, pues lo sentía tan suyo ya que sin duda lo hubiera logrado. Lo que descuidó el "presente" y ahí está el error.
Porque en el presente se encuentra la semilla de todas las realidades futuras, aunque bueno, le sirvió para que cuidase más su próximo cuenco de leche.
Jamás hay que descuidar el presente, ni las relaciones, ni al amor, ni el trabajo, ni la constancia... Hablo mucho de cumplir sueños y metas, es verdad, pero sin tener un poco los pies en el suelo, tampoco sería posible conseguirlos.
Soñar, siempre... pero soñar DESPIERTOS mejor... y bien despiertos. :-)
El cuento de la lechera:
Una lechera llevaba en la cabeza un cubo de leche recién ordeñada y caminaba hacia su casa soñando despierta. "Como esta leche es muy buena", se decía, "dará mucha nata. Batiré muy bien la nata hasta que se convierta en una mantequilla blanca y sabrosa, que me pagarán muy bien en el mercado. Con el dinero, me compraré un canasto de huevos y, en cuatro días, tendré la granja llena de pollitos, que se pasarán el verano piando en el corral. Cuando empiecen a crecer, los venderé a buen precio, y con el dinero que saque me compraré un vestido nuevo de color verde, con tiras bordadas y un gran lazo en la cintura. Cuando lo vean, todas las chicas del pueblo se morirán de envidia. Me lo pondré el día de la fiesta mayor, y seguro que el hijo del molinero querrá bailar conmigo al verme tan guapa. Pero no voy a decirle que sí de buenas a primeras. Esperaré a que me lo pida varias veces y, al principio, le diré que no con la cabeza. Eso es, le diré que no: "¡así! "
La lechera comenzó a menear la cabeza para decir que no, y entonces el cubo de leche cayó al suelo, y la tierra se tiñó de blanco. Así que la lechera se quedó sin nada: sin vestido, sin pollitos, sin huevos, sin mantequilla, sin nata y, sobre todo, sin leche: sin la blanca leche que le había incitado a soñar.