Opino que todos llevamos dentro una brújula interior, una veleta que cambia según cambia el sentido del viento, nuestras emociones.
La mía está girando constantemente como si estuviese loca, como si me gritara: -Hazme caso, muévete, vé hacia allí, hacia allá...- el problema es que aún no nos entendemos 100% y aunque procure cerrar los ojos para ver hacia qué punto cardinal me indica, ni si quiera ella sabe dónde está su norte. O sí... lo que tal vez el mapa y explorador no se ponen deacuerdo.
Ya me pasó en otras épocas de mi vida, sentía que el cambio venía a visitarme y me metía prisa para que me moviera, para que cambiara de ruta, de plan, de dirección, para que abandonase algo o emprendiera algo nuevo, sé cómo actúa, y sé lo que se siente cuando llega, como si en el pecho algo te oprimiese, como si quisieras huir, me sentía desinquieta, angustiada... y como único remedio sabes que lo único que puede curarte es el cambio. Algo que existe en tu vida ya debe irse o bien tú debes irte a alguna parte.
El problema tal vez se plantea cuando piensas... ¿a dónde?. Cuando tal vez ya sepas a dónde quieres ir te asaltan muchas dudas, la suela del zapato se derrite en el suelo e inevitablemente surge el miedo al cambio o lo que es más grave, el miedo a que las cosas no cambien.
Cuando ya hayamos captado la primera señal, (nuestra veleta interna cambia de rumbo), tenemos ahora que ajustarnos al reloj... y nuevamente nos surge otra pregunta:
¿en qué momento debemos ponernos en acción?
Creo que el "oportunismo" es lo que necesitamos para acercarnos al éxito. En mis anteriores "cambios de rumbo" siempre aguanté la presión de la brújula interior (definida en una página de internet como:"La capacidad que tenemos en nuestra alma de fijar el rumbo de nuestra vida y de asumir la responsabilidad de darle sentido". ) y esperé a la voz de: "preparados, listos ,YA" para salir a la selva y buscar éso que me señala mi brujulita interna.
Y creo que, aunque usando la razón, tiene mucho que ver con cerrar los ojos y dejarse llevar, dejarse arrastrar hacia ése lugar como si jugáramos con nuestra intuición al juego de: "frio-caliente" y mientras más cálido sentimos el camino, mejor y más tranquila se siente nuestra alma porque estamos dirigiéndonos a ésa ruta que nos indica nuestro subconciente.
Estoy así ahora mismo, cerrando los ojos... ya no me siento tan fría como hace un mes atrás, sino al contrario, creo que toqué fondo para darme cuenta que me había quedado helada, que estaba alejándome de mi camino con el único fin de ayudarme a sentirme completa y realizada, así que... tuve que cambiar de plan, y reconocí que estaba equivocándome en emplear mi tiempo en actividades que me consumen y que me alejan mucho de lo que quiero ser mañana, o tal vez que mi actividad debería pausarse porque "no es el momento".
¿Y cómo se siente que es o no es el momento? igual que cuando se siente sueño o hambre. Los niños chicos lloran porque no saben diferenciar cuando sienten sueño del hambre o cuando se sienten cansados. Creo que el adulto llega a diferenciar distintos estados de ánimo y mientras más evolucionamos más sabemos diferenciar ésas "sensaciones" extrañas que al comprenderlas se traducen en sentimientos de alerta, intuiciones, corazonadas, visiones...
El destino es cambiante, se puede predecir, al igual que el metereólogo predice el tiempo, pero como cualquier ciencia, se equivoca, existen vientos impredecibles que cambian el rumbo de las nubes, las corrientes y como efecto en sí, cambia sus consecuencias.
A veces presentimos un camino y avanzamos y de repente y de forma incuestionable (a veces) suceden cosas que nos obligan a cambiar el trazo de la historia y debemos desviarnos, así como de buenas a primeras nuestra brújula da un vuelco y el tiempo en que tardamos en asimilar el cambio es parecido a sentirnos agobiados, perdidos, con ganas de llorar. Debemos volver a "cuadrar" las instrucciones, deberemos volver a sentarnos y preguntarnos... ¿qué nos pasa? ¿hacia dónde debo ir ahora? ¿cómo? sólo nuestro subconciente puede ayudarnos, pasará la información del estado de nuestra veleta al conciente para que éste pueda comunicarnos que un nuevo cambio se ha dado en nosotros y debemos hacerle frente.
Pues así estoy yo, con los ojos cerrados, escuchando las señales diferidas que aún llegan de mi subconciente, esperando mensajes del viento o de algún ángel custodio que me indique qué siguente paso debo dar. Ya he asimilado el cambio de rumbo, y he desencajado los pies del suelo (éso hoy, mañana seguro que tendré que volver a desencajarlos, padecen miedo al fracaso) Ya estoy en camino, ahora que sé hacia dónde quiero llegar, no sé aún cómo. Me confío a las corrientes de la vida para que me arrastren hacia ése lugar...
Y como en otros episodios de mi vida, debo confiar, que así será.
La mía está girando constantemente como si estuviese loca, como si me gritara: -Hazme caso, muévete, vé hacia allí, hacia allá...- el problema es que aún no nos entendemos 100% y aunque procure cerrar los ojos para ver hacia qué punto cardinal me indica, ni si quiera ella sabe dónde está su norte. O sí... lo que tal vez el mapa y explorador no se ponen deacuerdo.
Ya me pasó en otras épocas de mi vida, sentía que el cambio venía a visitarme y me metía prisa para que me moviera, para que cambiara de ruta, de plan, de dirección, para que abandonase algo o emprendiera algo nuevo, sé cómo actúa, y sé lo que se siente cuando llega, como si en el pecho algo te oprimiese, como si quisieras huir, me sentía desinquieta, angustiada... y como único remedio sabes que lo único que puede curarte es el cambio. Algo que existe en tu vida ya debe irse o bien tú debes irte a alguna parte.
El problema tal vez se plantea cuando piensas... ¿a dónde?. Cuando tal vez ya sepas a dónde quieres ir te asaltan muchas dudas, la suela del zapato se derrite en el suelo e inevitablemente surge el miedo al cambio o lo que es más grave, el miedo a que las cosas no cambien.
Cuando ya hayamos captado la primera señal, (nuestra veleta interna cambia de rumbo), tenemos ahora que ajustarnos al reloj... y nuevamente nos surge otra pregunta:
¿en qué momento debemos ponernos en acción?
Creo que el "oportunismo" es lo que necesitamos para acercarnos al éxito. En mis anteriores "cambios de rumbo" siempre aguanté la presión de la brújula interior (definida en una página de internet como:"La capacidad que tenemos en nuestra alma de fijar el rumbo de nuestra vida y de asumir la responsabilidad de darle sentido". ) y esperé a la voz de: "preparados, listos ,YA" para salir a la selva y buscar éso que me señala mi brujulita interna.
Y creo que, aunque usando la razón, tiene mucho que ver con cerrar los ojos y dejarse llevar, dejarse arrastrar hacia ése lugar como si jugáramos con nuestra intuición al juego de: "frio-caliente" y mientras más cálido sentimos el camino, mejor y más tranquila se siente nuestra alma porque estamos dirigiéndonos a ésa ruta que nos indica nuestro subconciente.
Estoy así ahora mismo, cerrando los ojos... ya no me siento tan fría como hace un mes atrás, sino al contrario, creo que toqué fondo para darme cuenta que me había quedado helada, que estaba alejándome de mi camino con el único fin de ayudarme a sentirme completa y realizada, así que... tuve que cambiar de plan, y reconocí que estaba equivocándome en emplear mi tiempo en actividades que me consumen y que me alejan mucho de lo que quiero ser mañana, o tal vez que mi actividad debería pausarse porque "no es el momento".
¿Y cómo se siente que es o no es el momento? igual que cuando se siente sueño o hambre. Los niños chicos lloran porque no saben diferenciar cuando sienten sueño del hambre o cuando se sienten cansados. Creo que el adulto llega a diferenciar distintos estados de ánimo y mientras más evolucionamos más sabemos diferenciar ésas "sensaciones" extrañas que al comprenderlas se traducen en sentimientos de alerta, intuiciones, corazonadas, visiones...
El destino es cambiante, se puede predecir, al igual que el metereólogo predice el tiempo, pero como cualquier ciencia, se equivoca, existen vientos impredecibles que cambian el rumbo de las nubes, las corrientes y como efecto en sí, cambia sus consecuencias.
A veces presentimos un camino y avanzamos y de repente y de forma incuestionable (a veces) suceden cosas que nos obligan a cambiar el trazo de la historia y debemos desviarnos, así como de buenas a primeras nuestra brújula da un vuelco y el tiempo en que tardamos en asimilar el cambio es parecido a sentirnos agobiados, perdidos, con ganas de llorar. Debemos volver a "cuadrar" las instrucciones, deberemos volver a sentarnos y preguntarnos... ¿qué nos pasa? ¿hacia dónde debo ir ahora? ¿cómo? sólo nuestro subconciente puede ayudarnos, pasará la información del estado de nuestra veleta al conciente para que éste pueda comunicarnos que un nuevo cambio se ha dado en nosotros y debemos hacerle frente.
Pues así estoy yo, con los ojos cerrados, escuchando las señales diferidas que aún llegan de mi subconciente, esperando mensajes del viento o de algún ángel custodio que me indique qué siguente paso debo dar. Ya he asimilado el cambio de rumbo, y he desencajado los pies del suelo (éso hoy, mañana seguro que tendré que volver a desencajarlos, padecen miedo al fracaso) Ya estoy en camino, ahora que sé hacia dónde quiero llegar, no sé aún cómo. Me confío a las corrientes de la vida para que me arrastren hacia ése lugar...
Y como en otros episodios de mi vida, debo confiar, que así será.